sábado, 25 de mayo de 2013

OBSERVACION METODICA DE LA SOCIEDAD ABUNDANTE DE MIEDOS y RETROALIMENTACION DE LA VOLUNTAD


                              iNffinitos 


Si no nos liberamos del pasado, no hay libertad en absoluto, porque la mente jamás es nueva, fresca, inocente. Sólo una mente así es libre. La libertad no tiene nada que ver con la experiencia, nada que ver con la edad; me parece que la esencia misma de la libertad radica en comprender todo el mecanismo del hábito, tanto de los hábitos conscientes como de los inconscientes.

No es cuestión de terminar con el hábito, sino de ver totalmente su estructura. Ustedes tienen que observar cómo se forman los hábitos y cómo, negando o resistiendo un hábito, se crea otro hábito. Lo que importa es estar por completo conscientes del hábito; porque entonces, como verán por sí mismos, ya no hay más formación de hábitos. Ofrecer resistencia al hábito, combatirlo, rechazarlo, sólo da continuidad al hábito.

Cuando combatimos un hábito en particular, damos vida a ese hábito, y entonces el mero combatirlo se convierte en un nuevo hábito. Pero si uno está simplemente alerta, sin resistencia alguna, a toda la estructura del hábito, encontrará que se ha liberado del hábito; y en esa libertad tiene lugar algo nuevo.

Sólo la mente embotada, adormecida, crea hábitos y se aferra a ellos. Una mente atenta de instante en instante atenta a lo que se está diciendo, atenta al movimiento de las manos, de los pensamientos y sentimientos- descubrirá que la formación de nuevos hábitos ha llegado a su fin.

Es muy importante comprender esto, porque en tanto la mente esté acabando con un hábito y, en ese proceso mismo, creando otro, no puede ser libre jamás; y sólo la mente libre puede percibir algo que está más allá de ella misma.»


Y bien, yo digo que es claramente posible que la mente esté libre de todo condicionamiento, lo cual no quiere decir que ustedes deban aceptar mi autoridad. Si aceptan esto basados en la autoridad, jamás descubrirán, ello será otra sustitución y, como tal, no tendrá significado alguno [...].

La comprensión de todo el proceso del condicionamiento no llega a través del análisis o de la introspección, porque tan pronto tenemos el analizador, ese analizador mismo forma parte del trasfondo; por lo tanto, su análisis carece de toda importancia [...].

¿Cómo puede la mente ser libre? Para ser libre, debe no sólo ver y comprender su balanceo pendular entre el pasado y el futuro, sino también estar alerta al intervalo entre pensamientos [...].

Si observan con suma atención, verán que si bien la respuesta el movimiento del pensar- parece tan rápida, hay resquicios, intervalos entre pensamientos. Entre dos pensamientos existe un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del pensar.

Si observan, verán que ese periodo de silencio, ese intervalo, no es del tiempo; y el descubrimiento de ese intervalo lo libera a uno de su condicionamiento; o, mejor dicho, no lo libera «a uno», sino que hay liberación respecto del condicionamiento [...].

Sólo cuando la mente no da continuidad al pensamiento, cuando está quieta con una quietud no inducida, o sea, sin causa alguna, sólo entonces podemos liberarnos del trasfondo.»


Internamente, inconscientemente, está el tremendo pescó del pasado empujándonos en cierta dirección [...]. Ahora bien, ¿cómo puede uno eliminar todo eso? ¿Cómo puede el inconsciente depurarse de inmediato del pasado? Los psicoanalistas piensan que el inconsciente puede ser depurado de manera parcial e incluso completa, por medio del análisis mediante la investigación, la exploración, la confesión, la interpretación de los sueños, etc.-, de modo tal que uno se convierta al menos en un ser humano «normal», capaz de ajustarse al entorno presente.

Pero en el análisis están siempre el analizador y lo analizado, un observador que interpreta la cosa observada, lo cual es dualidad, una fuente de conflicto.
Veo, pues, que el mero análisis del inconsciente no me llevará a ninguna parte. Podrá ayudarme a ser un poco menos neurótico, un poco más benévolo con mi esposa, con mi prójimo, o alguna cosa superficial como ésa; pero no es de eso de lo que estamos hablando.

Veo que el proceso analítico que implica tiempo, interpretación, movimiento del pensar como el observador que analiza lo observado- no puede liberar al inconsciente; por lo tanto, desecho por completo el proceso analítico. Tan pronto percibo el hecho de que el análisis no puede, bajo ninguna circunstancia, disipar la carga del inconsciente, estoy fuera del análisis.

No analizó nunca más. Entonces, ¿qué ha ocurrido? Debido a que ya no hay un analizador separado de la cosa analizada, él es esa cosa. No es una entidad aparte de ella. En consecuencia, uno descubre que el inconsciente tiene muy poca importancia.»


Nuestra mente se halla condicionada en su totalidad; no hay parte de uno que no esté condicionada. Eso es un hecho, le guste o no. Podrá decir que hay una parte de usted el observador, la superalma, el atma- que no está condicionada; pero dado que piensa al respecto, eso está en el campo del pensamiento; por lo tanto, se halla condicionado.

Usted podrá inventar montones de teorías sobre el particular, pero el hecho es que su mente se halla condicionada en su totalidad, tanto la consciente como la inconsciente, y cualquier esfuerzo que hace para liberarse también está condicionado. Entonces, ¿qué ha de hacer la mente? O mejor dicho, ¿cuál es el estado de la mente cuando sabe que está condicionada y se da cuenta de que cualquier esfuerzo que haga para librarse de su condicionamiento estará igualmente condicionado?

Ahora bien, cuando usted dice: «Sé que estoy condicionado», ¿lo sabe realmente, o es tan sólo una afirmación verbal? ¿Lo sabe con la misma fuerza con que ve a una cobra? Cuando ve a una serpiente y sabe que es una cobra, hay una acción inmediata, no premeditada. Cuando dice: «Sé que estoy condicionado», ¿tiene eso el mismo significado vital que su percepción de la cobra? ¿O es meramente un reconocimiento superficial del hecho, y no un claro darse cuenta del hecho?

Cuando me doy cuenta del hecho de que estoy condicionado, hay una acción inmediata. No tengo que hacer un esfuerzo para desprenderme del condicionamiento. El hecho mismo de que estoy condicionado, y el darme cuenta de ese hecho, traen consigo un esclarecimiento inmediato. La dificultad radica en no darse cuenta, en el sentido de no comprender todas las implicaciones del hecho, en no ver que todo pensamiento, por sutil, ingenioso, refinado o filosófico que sea, está condicionado.»


Toda forma de acumulación, ya sea de conocimiento o de experiencia, toda forma de ideal, toda proyección de la mente, toda práctica destinada a moldear la mente lo que la mente debería ser y no debería ser-, todo esto debilita, sin duda, el proceso de investigación y descubrimiento [...].

Pienso, pues, que nuestra investigación no debe estar dirigida a la solución de nuestros problemas inmediatos, sino más bien a descubrir si es posible dejar a un lado todos los contenidos de la mente, tanto los superficiales como los de la mente inconsciente, profunda, donde están los recuerdos, donde se encuentra almacenada toda la tradición, la herencia del conocimiento racial.

Entiendo que eso puede hacerse sólo si la mente es capaz de estar alerta sin exigencia ni presión alguna; simplemente, estar alerta. Pienso que ésa es una de las cosas más difíciles que hay estar alerta de ese modo-, porque nos hallamos atrapados en el problema inmediato y en su inmediata solución; por eso nuestras vidas son muy superficiales.

Aunque podamos acudir a todos los psicoanalistas, leer todos los libros, adquirir muchos conocimientos, asistir a las iglesias, orar, meditar, practicar distintas disciplinas, nuestras vidas son, a pesar de eso, muy superficiales, porque no sabemos cómo profundizar en ellas.

Pienso que la comprensión, la vía de profundización, la manera de ahondar a fondo en la vida, radica en la percepción alerta, en darnos cuenta de nuestros pensamientos y sentimientos, sin condenar, sin comparar; simplemente, observando. Verán, si experimentan con ello, lo extraordinariamente difícil que es, debido a que toda nuestra educación nos ha enseñado a censurar, a aprobar, a comparar.

El deseo de liberarnos del condicionamiento sólo fomenta el condicionamiento. Pero si, en vez de tratar de reprimir el deseo, comprendemos todo el proceso del deseo, en esa comprensión misma llegamos a liberarnos del condicionamiento.

La libertad respecto del condicionamiento no es un resultado directo. ¿Comprende? Si emprendo deliberadamente la tarea de liberarme de mi condicionamiento, ese deseo crea su propio condicionamiento. Puedo destruir una forma de condicionamiento, pero quedo atrapado en otra.

En cambio, si comprendo el deseo mismo, que incluye el deseo de liberarme, entonces esa misma comprensión destruye todo condicionamiento. La libertad respecto del condicionamiento es un producto secundario; no es importante. Lo que importa es comprender qué es lo que da origen al condicionamiento.»
El apremio de la mente por liberarse de su condicionamiento, ¿no pone en marcha otro patrón de resistencia y condicionamiento? Al tomar conciencia del patrón o molde en que usted se ha desarrollado, desea liberarse de él; pero este deseo de liberarse, ¿no hará que la mente se condicione otra vez de una manera distinta?

El viejo patrón insiste en que debe amoldarse a la autoridad, y ahora está desarrollando uno nuevo, el cual sostiene que no debe amoldarse; tiene, pues, dos patrones, uno en conflicto con el otro. En tanto exista esta contradicción interna, ello da lugar a ulteriores condicionamientos.

... Está el impulso que contribuye al amoldamiento, y está el impulso de liberarse. Por disímiles que puedan parecer ambos impulsos, ¿no son, en esencia, similares? Y si son fundamentalmente similares, entonces es inútil que persiga usted la libertad, porque sólo se moverá interminablemente de un patrón a otro. No hay condicionamiento noble o mejor; lo que hemos de comprender es este deseo.

Es obvio que todo pensar está condicionado; no hay tal cosa como el libre pensar. El pensar jamás puede ser libre, es el resultado de nuestro condicionamiento, de nuestra cultura, de nuestro clima, de nuestro trasfondo social, económico y político.

Los libros mismos que leemos y las prácticas mismas que realizamos, todo eso se halla establecido en el trasfondo, y cualquier pensar debe, por fuerza, ser el resultado de ese trasfondo. Por lo tanto, si podemos estar alerta, tal vez seamos capaces de liberar a la mente de su condicionamiento, sin que intervenga el proceso de la voluntad, sin la determinación de liberar a la mente.

Porque en el momento en que hay una determinación, hay una entidad que desea, una entidad que dice: «Debo librar a mi mente de su condicionamiento». Esa entidad misma es consecuencia de nuestro deseo de lograr cierto resultado, de modo que ya hay allí un conflicto.

Por tanto, ¿es posible estar alerta a nuestro condicionamiento, simplemente estar alerta? En eso no hay conflicto en absoluto. Esa misma percepción alerta, si se lo permitimos, quizá pueda disipar los problemas.»

Para liberar a la mente de todo condicionamiento, debemos ver la totalidad de éste sin que intervenga el pensar. Esto no es un asunto difícil; experimenten con ello y lo verán. ¿Alguna vez ven algo sin el pensamiento?

¿Alguna vez han observado, escuchado sin introducir en ello todo el proceso de la reacción? Dirán que es imposible ver algo sin que intervenga el pensamiento. Cuando dicen eso, ya se han bloqueado a causa del pensamiento, porque el hecho es que no lo saben.

¿Puedo, pues, mirar, puede la mente darse cuenta de su condicionamiento? Pienso que puede. Por favor, experimenten. ¿Puede cada uno de ustedes ser consciente de que es hindú, socialista, comunista, esto o aquello, sólo darse cuenta de eso sin decir que está bien o está mal? Debido a que es una tarea tan difícil el acto de ver, simplemente ver, decimos que es imposible.

Yo digo que sólo cuando nos damos cuenta, sin reacción alguna, de esta totalidad de nuestro ser, sólo entonces, el condicionamiento llega a su fin de manera completa y profunda, lo cual implica estar realmente libres del «yo

Usted y yo nos damos cuenta de que estamos condicionados. Si usted dice, como muchas personas, que el condicionamiento es inevitable, entonces no hay problema; usted es un esclavo y ahí se terminó todo. Pero en caso de que comience a preguntarse si es de algún modo posible romper con esta limitación, con este condicionamiento, entonces hay un problema, entonces tiene que investigar todo el proceso del pensar, ¿no es así?

Si se limita a decir: «Debo tomar conciencia de mi condicionamiento, debo pensar al respecto, analizarlo a fin de comprenderlo y destruirlo», está ejerciendo fuerza. Su pensar, su analizar, siguen siendo el resultado de su trasfondo, de modo que por medio de su pensar no puede usted romper con el condicionamiento del cual el pensar forma parte.

Primero limítese a ver el problema, no pregunte cuál es la respuesta, la solución. El hecho es que estamos condicionados, y que todo pensar destinado a comprender este condicionamiento será siempre parcial; por lo tanto, jamás hay una comprensión total. Y sólo en la comprensión total del proceso íntegro del pensar hay libertad.

La dificultad es que siempre estamos funcionando dentro del campo de la mente, la cual es el instrumento del pensar, ya sea éste racional o irracional; y, como hemos visto, el pensamiento es siempre parcial.»


Uno tiene el destello de la comprensión, esa rapidez extraordinaria del discernimiento instantáneo, cuando el pensamiento se halla ausente, cuando la mente está muy quieta no abrumada por su propio ruido.

Así pues, la comprensión de cualquier cosa - de una pintura moderna, de un niño, de nuestra esposa, de nuestro vecino, o la comprensión de la verdad, verdad que se encuentra en todas las cosas - sólo puede acaecer cuando la gente está muy quieta. Pero esa quietud no puede ser cultivada, ya que si uno cultiva una mente quieta, ésa no es una mente quieta, es una mente muerta.

Cuanto más se interesa uno en algo, cuanto mayor es su intención de comprender, tanto más sencilla, clara y libre es la mente. Entonces cesa la verbalización. Al fin y al cabo, el pensamiento es palabra, y la palabra es la que interfiere. La pantalla de las palabras, que es la memoria, se interpone entre el reto y la respuesta.

Es la palabra la que responde al reto, proceso que llamamos intelección. Por lo tanto, la mente que parlotea, que verbaliza, no puede comprender la verdad, la verdad en la relación, no una verdad abstracta. No existe la verdad abstracta. Pero la verdad es muy sutil. Lo sutil es lo que resulta difícil de entender.

No lo abstracto. La verdad llega tan repentinamente, tan misteriosamente, que la mente no puede retenerla. Como un ladrón en la noche, llega secretamente, no cuando estamos preparados para recibirla, no cuando nuestra recepción es meramente una invitación de la codicia. Por eso, una mente atrapada en la red de las palabras no puede comprender la verdad.



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