lunes, 5 de noviembre de 2012

La decadencia de los políticos no cae del cielo

La decadencia de los políticos no cae del cielo
 
El primer capítulo del libro imaginario El perfecto izquierdista llevaría por título “Cómo abrenunciar a los Estados Unidos y a las pompas de Satanás”. En mis tiempos un verdadero progre no debía beber Cocacola ni sentir simpatía por una sociedad que era la quintaesencia del capitalismo más salvaje. Los grupos musicales eran otra cosa, te podían gustar. Y el cine también, siempre y cuando fuera independiente (sic). Pero en política... en política no se podía hablar con admiración de aquel país sin levantar sospechas. Un amigo irlandés, emigrante hace mucho tiempo en Nueva York, me decía que el estadounidense medio está convencido de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos recoge en uno de sus puntos el derecho a tener gasolina barata. Se trata, claro, de una exageración, aunque no creo que esté muy alejada de la realidad: un estadounidense puede soportar cualquier restricción salvo la del combustible, lo que explica muchas guerras modernas. El paso del huracán Sandy por la costa Este ha destruido infraestructuras, ha arrasado barrios enteros, ha inundado el metro de Nueva York, y ha dejado sin electricidad a un montón de gente. Pero lo que más está irritando a los ciudadanos son las restricciones en el suministro de la gasolina sin plomo.
 
 

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